domingo, 17 de enero de 2010

La República de los niños




La Habana
En una esquina de La Habana, un chico de unos doce años batea con fuerza una pelota de béisbol que va a parar derecho al guante de cuero que calza otro muchachito ubicado a más de treinta metros, del otro lado de la calle. A su alrededor un grupo de niños espera su turno para tomar el bate mientras autos de la década del 50 doblan despacio por las intersecciones. Son las siete de la tarde y en Cuba ya está cayendo la noche.

Siboney
A unos veinte kilómetros de Santiago, en dirección opuesta a la Sierra Maestra, se encuentra un pequeño poblado que da al mar. Allí, en la playa Siboney, el agua es azul oscura, la arena es tostada y gruesa, y está casi exenta de turistas. Unos doce chicos se bañan, hacen una ronda, montan sobre sus hombros unos a otros y se zambullen de cabeza en las cálidas aguas del mar Caribe. Después juegan a hacer pases con una pelota de vóley bajo el rayo del sol del mediodía. Horas más tarde, se alejan de la playa hacia donde la arena está seca y quema, y un muchacho ágil trepa, desnudo de pies y manos, los quince metros del tronco de una palmera.
– ¡Eso es coco seco! –lo repudian los otros desde abajo y el que está en las alturas sacude enfático las hojas de la palma hasta que dos bochas negras caen sobre la arena.
Diez minutos más tarde, los chicos están sentados de cara al mar calmando la sed y el hambre con el agua dulce de uno de los frutos distintivos de la isla.

Tírame una foto
Caminando de noche por una callecita frente al edificio central de la Universidad de Cuba, en La Habana, dos morenos que rondan los seis años piden que les “tiremos” una foto. Posan con los dedos haciendo una “v” acostada, “como los músicos del reggaetón”- dicen-, hasta que el flash les roba una sonrisa indeleble. Enseguida se abalanzan para verse reflejados en la pantalla, con la admiración de quien descubre por primera vez la magia de la tecnología. Después se van corriendo y siguen jugando en la vereda, hasta que la voz de una mujer les indica que es la hora de la cena.
Las nuevas generaciones son, según los amantes de la revolución, el gran desafío del gobierno de los Castro porque la clave reside en sostener el modo de vida sin caer en las tentaciones del mundo capitalista con el que los turistas permanentemente tientan a los que viven las faltas de ese sistema colmado de restricciones, al que ellos llaman comunismo.

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