sábado, 27 de noviembre de 2010

Agujeros


El agujero redondo, del tamaño de una ventana, atraviesa la pared que da a la calle y pertenecía a una de las habitaciones. El mismo agujero se replica en la pared paralela a esa, que da a lo que era la cocina de la casa que fue de Diana Teruggi y Daniel Mariani, e intentó hacer lo mismo en el muro que le sigue. Pero ahí la fuerza del disparo de la bazuca se detuvo y no alcanzó a derribarla. Sólo quedó la marca, rodeada de otras de menor calibre. Disparos que también se observan en las paredes de las demás habitaciones, en los techos, y en el patio de la casa, allí donde aún está el limonero. El limonero junto al cual encontró la muerte Diana, a los 26 años, en la tarde del 24 de noviembre de 1976, cuando intentaba escapar de los disparos del mega operativo comandado por Miguel Etchecolatz. La bala le entró por la espalda. Su hija de tres meses, Clara Anahí, la única sobreviviente de la masacre, estaba en sus brazos y su abuela, todavía, la sigue buscando.

El miércoles, al cumplirse 34 años de aquel salvaje ataque, esa abuela, que luego sería una de las fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel “Chicha” Chorobik de Mariani, junto a su compañera Elsa Pavón, que preside la Asociación Anahí y ya encontró a su nieta Paula, organizaron un nuevo acto recordatorio.

El encuentro se realizó frente a la casa que hoy se erige como monumento histórico y testigo de ese ataque, la misma en la que funcionaba la imprenta de Montoneros. La misma donde también fueron asesinados, aquella tarde, Daniel Mendiburu Eliçabe, Roberto César Porfidio, Juan Carlos Peiris y Alberto Oscar Bossio.

De cara al sol de las seis de la tarde, cientos de vecinos, familiares, Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y representante de organizaciones de derechos humanos, políticas y sociales, cortaron la calle 30 entre 55 y 56, de La Plata, para escuchar las palabras de amigos y familiares de las víctimas de aquel ataque.

Primero habló el abogado especialista en derecho internacional, Carlos Slepoy. Contó cómo conoció a Chicha, resumió la historia de la búsqueda de Clara Anahí yconsideró que “es una inmensa perversidad que esa mujer (en referencia a Ernestina Herrera de Noble), que ha confesado alguna vez que suponía que sus hijos eran hijos de desaparecidos, no esté dispuesta a facilitar la posibilidad haciendo evidente presión sobre los chicos para que ellos puedan descubrir su verdadera identidad. Como dice Chicha, no se sabe si Marcela es o no Clara Anahí. En todo caso, la recuperación de la identidad, para todos nosotros y para ella, aunque no lo sea, será también una forma de recuperar a Clara Anahí, como ocurre cada vez que se recupera a un nieto secuestrado”.

Recordó que se enteró del ataque estando detenido, como preso político, en la Unidad 9 de La Plata y señaló que “No pudimos estar presentes para salvarlos pero si podemos estar para recordarlos y para salvar todo lo que ellos significan para nuestra sociedad”. Finalmente, citando al poeta nicaragüense, señaló: “Decía Ernesto Cardenal que ´creían que nos mataban y en realidad nos estaban sembrando´, y este es el sentimiento hoy al estar aquí. La siembra ha sido magnifica al ver la gran cantidad de jóvenes que hoy están presentes aquí”.

Haciendo breves pausas entre frase y frase, Marco Teruggi, sobrino de Diana, habló en representación de Chicha, que lo escuchaba sentada en la primera fila, y dijo que “Hoy encuentro ese elemento de misterio donde chocan la belleza con el horror. La belleza de una chica que entendió que había que luchar por las cosas que creía, que era alegre, que seguía enamorada, que creía en otra sociedad, que resistió y cayó protegiendo a su hija, y el horror de quien le disparó por la espalda”.

La hija de Carlos Porfidio, el hermano de Juan Carlos Peiris, la hermana de Alberto Bossio, entre otros familiares, amigos y compañeros de militancia fueron, uno a uno, tomando el micrófono y recordando a sus seres queridos, entre lágrimas y abrazos.

Para finalizar, el coro del Liceo Víctor Mercante cantó a capela tres canciones. En el aire que olía a tilo quedó retumbando el eco de la última de las canciones entonadas: “Por qué cantamos”. Lentamente, las cientas de personas comenzaron a desconcentrarse.

viernes, 20 de agosto de 2010

"Los esperé, ahora es asumir que ya está"


El Equipo Argentino de Antropología Forense, junto con la Cámara Federal de La Plata, entregó a Verónica y Laura Bogliano los restos de sus padres, María Susana Leiva y Adrián Claudio Bogliano, asesinados en septiembre de 1977.

Laura y Verónica Bogliano todavía no se explican cómo la patota que secuestró a sus padres el 12 de agosto de 1977 no las chupó también a ellas –que entonces tenían dos y tres años– y las llevó hasta la casa de su abuela materna, en City Bell. Esa es una de las tantas dudas que aún conservan sobre qué les sucedió a sus padres. Pero ahora tienen una certeza: que María Susana Leiva y Adrián Claudio Bogliano fueron asesinados el 23 de septiembre del 1977 en un enfrentamiento fraguado, que durante treinta y tres años estuvieron enterrados como NN en el cementerio municipal de La Plata y que, tras una sepultura digna, descansan en el lugar que ellas les eligieron.

Miembros del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), junto con los jueces que presiden la Cámara Federal de La Plata, Leopoldo Shiffrin y Julio Víctor Reboredo, familiares, amigos, Madres de Plaza de Mayo, ex compañeros de las víctimas y organismos de derechos humanos, llenaron a pleno la Sala de Audiencias de la Cámara donde Shiffrin explicó cómo fue el proceso de identificación de los cuerpos. Acto seguido leyó la resolución correspondiente y ordenó la rectificación de las partidas de defunción de NN poniendo los nombres de Leiva y Bogliano. Laura y Verónica, que oían en silencio, se secaron las lágrimas para firmar los certificados y saludar a los jueces.

Más tarde, en la entrada al edificio de 8 y 50 y con apenas un micrófono, las hermanas organizaron un acto en el que agradecieron, con voz quebrada, la multitudinaria compañía y recibieron las urnas que contenían los restos de sus padres. Familiares y amigos de las víctimas fueron tomando la palabra para recordarlos, en una suerte de homenaje previo al traslado de los huesos a un cementerio privado de La Plata.

Sobre el destino de sus padres, la mayor de las hermanas contó a Página/12 que, desde el secuestro, “nunca más supimos nada. De grandes empezamos a reconstruir lo poco que se sabía y, hablando con Marcela Quintela, una sobreviviente que lo vio, pudimos saber que nuestro papá estuvo detenido en el centro clandestino La Cacha. De nuestra mamá, nada. Con la recuperación de los cuerpos pudimos saber bien qué pasó”, y se acaricia el embarazo casi a término de su segundo hijo.

Otro testimonio clave de un familiar de un desaparecido permitió saber que el 23 de septiembre de 1977 hubo un traslado masivo en el que murieron ocho personas en tres enfrentamientos fraguados, en distintas zonas de Berazategui. Son los ocho cuerpos del cementerio de La Plata que fueron exhumados por el EAAF. “Dos de ellos eran nuestros padres”, contó Verónica, al tiempo que su pequeño hijo merodeaba la sala. “Ahí nosotras decidimos hacernos los estudios sabiendo que habían estado en La Cacha y, por la fecha, pensábamos que alguno de los otros cuerpos que quedaban podían ser los de nuestros papás. Unos meses más tarde identificaron a nuestra mamá y más de dos años después a nuestro papá”, continuó Verónica, y explicó que el reconocimiento del segundo cuerpo –realizado en diciembre de 2009– tardó muchísimo más porque no se podía extraer bien el ADN, ya que había estado enterrado en un terreno mucho más desfavorable para la realización de las pruebas.

“Todo ese período de esperar los resultados fue tremendo, porque nos decían que habían mandado las muestras a Estados Unidos y no se había podido identificar, entonces había que esperar un adelanto tecnológico”, agregó.

Cuando lo secuestraron, Bogliano militaba en Montoneros y, al igual que su esposa, trabajaba como analista en sistemas. “Mi viejo era delegado de ATE en lo que se llamaba el Centro Unico de Procesamiento de Datos (Cuped) y actualmente es la Anses. Por más tremendo que sea esto hay historias con finales felices. Hace un par de años nos convocan para un homenaje a los compañeros desaparecidos. A partir de ahí la comisión interna de Anses creó una agrupación que se llama Adrián Bogliano. Son todos jóvenes recuperando la historia, la identidad y siguiendo esta lucha”, contó la mayor de las hermanas.

“Está bueno que este dolor lo transformemos en cosas positivas. Seguir apostando es la gran victoria”, afirmó Laura, quien fue candidata a intendenta de La Plata por Proyecto Sur en 2007 y actualmente trabaja en un proyecto que busca declarar a la capital provincial libre de analfabetismo. “No nos mataron las utopías, porque también hay proyectos”, afirmó.

Verónica es abogada y fue querellante en los juicios por delitos de lesa humanidad realizados contra Miguel Etchecolatz y Cristian von Wernich. Actualmente integra el Comité Contra la Tortura de la Comisión Provincial por la Memoria. Explicó que, desde el punto de vista jurídico, la identificación de sus padres es importante porque permite que se juzgue a los represores que actuaron en La Cacha por homicidio, delito sobre el que recae una pena mayor que sobre otros delitos, como privación ilegítima de la libertad o tormentos.

Laura, en cambio, señaló la importancia del reconocimiento, desde un punto de vista personal: “Todo el proceso es muy doloroso. Son muchas preguntas, mucha angustia durante mucho tiempo por no saber qué pasó. Y una vez que tenés la verdad decís ‘lo tendría que haber sabido antes para poder procesarlo’. Hoy por hoy me resulta muy doloroso este último tramo, es durísimo. Pero creo que va a haber un después, no sé cómo será, creo que mucho mejor que el ahora. Es muy difícil asimilarlo. Por más que suene irracional, yo los esperé hasta último momento. Entonces es asumir que ya está”.

Tres médicos acusados de torturas

El Tribunal Oral Federal Nº 1 de La Plata ordenó el cambio de carátula y la detención de los tres médicos que se desempeñaron en la Unidad 9 durante la dictadura por hallarlos “autores” de las torturas seguidas de muerte en el caso de Alberto Pinto.

Los tres médicos que están siendo juzgados por delitos de lesa humanidad cometidos en la Unidad 9 de La Plata durante la dictadura duermen desde anoche en prisión luego de que el tribunal aceptara el cambio de carátula y ordenara su detención. Tras hacer lugar a un pedido presentado el lunes por el fiscal Marcelo Molina junto con el abogado querellante Carlos Pinto, el tribunal entendió que Enrique Leandro Corsi, Carlos Domingo Jurio y Luis Domingo Favole cometieron “infracción del deber, de tortura seguida de muerte, en grado de autores en comisión por omisión” en el caso del preso político Alberto Pinto.

Tras oír los pedidos de todas las partes, Carlos Rozanski leyó la resolución en la que se dio lugar a la ampliación de la acusación solicitada por la fiscalía “con el objeto de preservar la defensa del juicio”. El presidente del tribunal señaló que “se les atribuye a los imputados que en su carácter de médicos y funcionarios públicos (...), luego de entrevistarse en ocasiones diversas con la víctima, Alberto Pinto, a pesar del deber de garantía que recae sobre los nombrados sobre la preservación del bien jurídico salud de la víctima, no interfirieron el curso causal lesivo provocado prima facie en sesiones de torturas consumadas a partir del 15 de noviembre de 1978, curso que desencadenó su muerte ocurrida el 5 de marzo de 1979”.

En segundo lugar, Rozanski indicó que “el mantenimiento de la libertad provisoria de los imputados puede conspirar contra la realización del debate oral y público”, por lo que ordenó “su inmediata detención en carácter de incomunicado a disposición de este Tribunal”.

Los esfuerzos de los abogados defensores Granillo Fernández, Citerio y Giordano para anteponer un pedido de recusación fueron en vano, ya que dicho requerimiento fue rechazado por el tribunal. En tanto, los tres médicos que quedaron detenidos se negaron a prestar declaración indagatoria.

Al finalizar la audiencia, el abogado querellante y hermano de la víctima, Carlos Pinto, calificó a la resolución de “histórica” y consideró que “fue muy oportuno el pedido de la fiscalía, porque se produjo toda una acumulación de pruebas para que ésta fuera la situación procesal en la cual correspondía realmente realizar el cambio de calificación y la detención”. Por último, Pinto afirmó: “Para mí es una reparación en el sentido de que después de más de treinta y un años me vuelvo a reconciliar con la Justicia. Es un ejemplo, como dijo el juez Baltasar Garzón citando a (Gabriel) Celaya, de que la Justicia está cargada de futuro”.

domingo, 8 de agosto de 2010

"No había que desesperarse, no era el fin"


En el marco del juicio por delitos de lesa humanidad, el Tribunal Oral Federal Número 1 de La Plata decidió recorrer la prisión donde fueron torturados y asesinados detenidos políticos durante la última dictadura militar.

Pese a la ola de frío polar, ayer a las dos de la tarde un grupo de treinta personas esperaba amontonada en la vereda de la Unidad 9 de La Plata la llegada de los integrantes del Tribunal Oral Federal Número 1. Estaban citados para realizar una inspección ocular, en el marco del juicio que se está realizando contra catorce penitenciarios acusados de delitos de lesa humanidad durante la última dictadura.

Algunos fumaban y otros esperaban, en silencio, volver a recorrer los lugares donde estuvieron detenidos hace más de treinta años. Eran testigos que declararon en las audiencias que desde abril se realizan en la ex AMIA. Algunos lo hacían por primera vez. Otros, contó Hugo “Cachorro” Godoy, dirigente de la CTA, volvieron en 2007 a rendir un homenaje a los trece compañeros y diecisiete familiares de detenidos en la U9, asesinados en la dictadura. Pusieron una placa con sus nombres y bautizaron la calle del frente, la 76, con el nombre de la madre del “Manzanita”, Delia Avilez de Elizalde Leal.

Construida en 1960, la cárcel conserva la misma fachada de entonces, sólo que está muy deteriorada. La pintura blanca está amarillenta, las paredes son húmedas. Al ingresar, tras pasar varias puertas de rejas, se llega al pasillo donde convergen los pabellones. A la izquierda, se encuentra el uno, actualmente denominado “de encuentro familiar”. Hay dibujos infantiles y, sobre la pared amarilla, una inscripción que dice “No hay persona en este mundo que te quiera como yo”. Las celdas allí fueron modificadas: donde antes habían dos, ahora hay una sola y hay una cama de dos plazas con una mesita. Además, hay un inodoro. Sin embargo, el sacerdote tercermundista Elías Muse recordó que él estuvo detenido en la primera celda y, apoyando su mano sobe la mirilla, contó a los miembros del Tribunal cómo vio cuando se lo llevaron de la celda contigua a Dardo Cabo, fusilado esa noche en un supuesto intento de fuga.

A la derecha del pasillo principal, el pabellón dos “está igual”, dice Dalmiro Suárez. Las celdas siguen siendo reducidas y tienen doble puerta pintadas de amarillo. Algunas están ocupadas por presos comunes que miran por el agujero del pasaplato a la gente que recorre el lugar. Néstor Rojas se detiene frente a una de las puertas y repite la escena anterior: “Por acá vi cómo lo sacaban a Segali”.

Desde el pasillo se pueden ver los patios. Uno está igual: “En ese banco nos sentábamos a jugar al ajedrez”, recuerda Suárez. El otro está cambiado, tiene algunas divisiones y sobre una pared del fondo se ve un mural con caricaturas de Videla, Massera, Agosti, Camps y Etchecolatz. Más abajo, la inscripción “La memoria los señala, la historia los condena”. A medida que se avanza por el pasillo, el frío vuelve a sentirse como en la intemperie.

Los que fueron los “chanchos” ahora se llaman “Pabellón de separación del área de convivencia” y siguen siendo los calabozos de castigo. Allí van los presos sancionados, los que recién llegan o los que requieren voluntariamente algún tipo de aislamiento, explican dos agentes del Servicio Penitenciario Federal. Son celdas de 2,10 por 1,80, con una especie de banco de cemento y una letrina que alguna vez debe haber sido blanca. Cuentan los detenidos que de ese pozo que sigue igual de infecto debían sacar el agua para tomar, cada vez que un guardia, desde afuera, decidía largar el chorro. En los “chanchos” todo está casi igual, pero ahora hay una canilla y huele a pintura fresca.

Si en los pabellones uno y dos, en los años de Abel Dupuy, se alojaba a los presos que los miembros de la fuerza definían como “irrecuperables”, al trece y catorce llevaban a los “medianamente recuperables”. En estos pabellones el frío se siente tan intenso como en un descampado y por eso eran conocidos como “La Siberia”. Los vidrios de las ventanas están rotos o no están, el piso está mojado, las paredes descascaradas. Carlos Alvarez agarra del brazo a Carlos Rozanski, presidente del Tribunal, y le dice que él estuvo en una de esas celdas. “El piso tenía tres centímetros de agua y había un compañero que era asmático. Eran pabellones que habilitaron de prepo porque no estaban en condiciones. Metieron a dos y hasta tres personas en un lugar que a duras penas era para una.”

Querellantes, abogados y público se amontonaron en círculo para escuchar el relato. Rozanski, Roberto Falcone y Mario Alberto Portela –los jueces que completan el TOF1– escuchaban en silencio. Más atrás, los abogados defensores esperaban, junto a los imputados Raúl Aníbal Rebaynera, Catalino Morel y Héctor Acuña, su turno para la inspección. Los otros ex integrantes del Servicio Penitenciario que están siendo juzgados, Abel Dupuy, Jorge Luis Peratta, Ramón Fernández, Isabelino Vega, Elvio Cosso, Valentín Romero, Víctor Ríos y Segundo Andrés Basualdo prefirieron no asistir. Tampoco lo hicieron los médicos imputados Carlos Domingo Jurio, Enrique Leandro Corsi y Luis Domingo Favole.

Al concluir el recorrido, el presidente del Tribunal afirmó a Página/12 que “fue positivo porque se pudo lograr que todas las partes estuvieran, observaran y recorrieran lo que hacía falta recorrer. Es un complemento muy importante que permite ver en imagen, poder apreciar, lo que se escuchó durante el juicio. Después cada uno podrá sacar sus conclusiones”. Al salir de la cárcel, el ex detenido Roberto Páez reflexionó: “Uno camina por lugares donde estuvo encerrado, donde tenía que caminar con la cabeza baja, las manos atrás, arrinconado, presionado permanentemente. Me acordé cuando yo estuve ahí. Me puse a pensar cómo hacía para superar eso y yo recitaba poemas. Todos los poemas que me acordaba los repetía. Y después inventaba. Pensaba que no había que desesperarse porque no era el fin”. Para finalizar, Páez agregó: “Nosotros caíamos presos por pensar un país distinto. Eso nos ayudó a no quebrarnos, a demostrarles que no íbamos a salir derrotados sino con los sueños intactos. Ver a los compañeros acá con las mismas fortalezas, con el optimismo de siempre me emociona. La vida nos puso una prueba y creo que la superamos”.

miércoles, 23 de junio de 2010

Sancionan a imputado en la causa contra la Unidad 9 por provocaciones

Se trata de “El Oso” Acuña, quien difundió un comunicado entre agentes de la Federal y ya había sido advertido por provocar al público. También quedó detenido por falso testimonio un médico que declaró como testigo.

El Tribunal Oral Federal I que juzga a catorce penitenciarios que se desempeñaron en la Unidad 9 de La Plata durante la última dictadura militar, al comenzar la audiencia de ayer, informó que el imputado Héctor “el Oso” Acuña no podrá seguir permaneciendo en el juicio mientras declaren los testigos. La decisión fue tomada a partir de dos episodios puntuales: uno, las señas que hizo en clara provocación al público, colocando los dedos en “v” durante una de las primeras audiencias; la otra, el panfleto distribuido el lunes pasado a agentes de la Policía Federal que tienen a su cargo la custodia del juicio.

Según explicó la abogada y querellante por la Asociación Por los Derechos Humanos, Marta Vedio, “En base a estos dos hechos el Tribunal decidió, en uso de sus facultades disciplinarias, excluirlo de las audiencias, salvo en los casos en que sea imprescindible su presencia, como en los reconocimientos o eventualmente algún careo”.

Por otra parte, el Tribunal resolvió imputar por falso testimonio a uno de los testigos y ordenar su inmediata detención e incomunicación. Se trata de Salvador Mela, uno de los médicos que trabajó en la U9 y que había comenzado su declaración la semana pasada.

Debido a las numerosas contradicciones manifestadas en esa oportunidad, el Tribunal había decidido que continuara con su testimonio en la audiencia de ayer. Según expresó Justicia YA! en un comunicado, el Tribunal le preguntó a Mela “si alguna vez había atendido a algún detenido en la U9 por algún caso de torturas” y éste respondió que “nunca jamás” lo había hecho. Ante tan contundente negación, se leyó por secretaría una constancia documental de la que surgió que había atendido a Horacio Alejando Micucci, por torturas sufridas en ese centro de detención.

Respecto de la sanción a Acuña, Vedio expresó que “El panfleto no lo conocemos, no sabíamos que existía, pero vamos a pedir verlo”. En tanto, la abogada querellante y miembro de Justicia Ya!, Guadalupe Godoy, aseguró que esta no es la primera vez que sucede un hecho de estas características y que a principios del juicio ya había circulado un comunicado con la firma de Acuña.

La semana pasada, dos días después que Acuña difundiera el panfleto, organismos de derechos humanos, abogados, familiares de testigos y testigos que declararon en el juicio contra la U9 dieron una conferencia de prensa en la que denunciaron graves amenazas recibidas por los testigos Juan Scatolini y Eduardo Caldarola; por miembros de la familia Mogilner (testigos en el juicio y familiares de desaparecidos) y por el psicólogo Enrique Fidalgo, miembro del Comité de Defensa de la Salud, la Ética y los Derechos Humanos (Codesedh).

Según expresó en esa oportunidad el abogado de la Secretaría de Derechos Humanos bonaerense, Alejo Ramos Padilla, “Estas amenazas son otra forma de evitar que los juicios sucedan. A veces no hay mecanismos que alcancen para prevenir este tipo de cosas” por lo que “tiene que avanzar la justicia y la decisión de que los juicios van a seguir”.

lunes, 21 de junio de 2010

“Queremos dar símbolo de que de este lado existe también una unión que es la que permitió llegar a los juicios”


Testigos en el juicio contra la Unidad 9 denunciaron amenazas y reclamaron protección como una forma de darle continuidad a los juicios. Señalaron que se sienten contenidos y acompañados por los organismos de Derechos Humanos y por la sociedad, y pidieron al Estado que intensifique las acciones para identificar el origen de las agresiones.

Detrás de la mesa de conferencias de la sede de la Asociación de Trabajadores del Estado, en La Plata, casi veinte referentes gremiales, testigos, abogados e integrantes de organismos de Derechos Humanos escoltaron a Hugo Godoy, secretario general del gremio y testigo en el juicio contra la U9, cuando enumeró los cuatro casos de amenazas de las que fueron víctimas testigos y sus familiares: el caso de Juan Scatolini, “que fue amenazado el primer día del juicio”; el de Eduardo Caldarola, “que vive en España y recibió llamados cuando volvió a Argentina para declarar”; Enrique Fidalgo, psicólogo del Comité de Defensa de la Salud, la Ética y los Derechos Humanos (Codesedh), a cuya casa entraron “para robar información”; y el caso más reciente, “de características más directamente mafiosas”, del ingreso a la casa de Eleonora Mogilner.

En relación al primer hecho, el mismo Scatolini explicó que “El día que empezó el juicio fueron a buscarme dos personas a mi casa. Yo no estaba y dejaron dicho que no me olvide que tenía que votar a los de Azul” (“gente del Servicio Penitenciario provincial y de la policía de la Provincia que hace unos años empezó a conformar un partido político que no logró personería”).

Por su parte, Caldarola relató que hace treinta y dos años que vive en España y llegó al país hace unos días para prestar declaración en el juicio. El viernes a la tarde, en la casa de los amigos que lo están hospedando, se recibieron dos llamadas: “Atiende la dueña de casa y habla una persona que no se quiere identificar y pregunta por mí. A la media hora vuelve a llamar”. Caldarola señaló que “Es indudable que no se puede fiar de actitudes de este tipo porque en Argentina siguen existiendo zonas de funcionamiento opaco, sobre todo de estos personajes que dicen que pertenecen a ciertos sectores de inteligencia que tiene que ver con un ‘corporativismo criminal’”.

Más adelante, Fidalgo sintetizó que recibió las amenazas en el marco de su trabajo en el Codesedh, un organismo que trabaja en conjunto con la Justicia Federal para acompañar y contener a los testigos que declaran en los juicios por delitos de lesa humanidad, y precisó que “Es la tercera vez que entran a mi casa en los últimos seis meses”.

El caso más reciente es el ingreso a la casa de la sobrina de Guillermo Mogilner, testigo en la causa de la U9 e hija de desaparecidos, el sábado pasado, mientras participaba de los festejos por los quince años de HIJOS, agrupación en la que milita. Mogilner contó que esa noche “Entraron a la casa, revolvieron todo y dejaron las cosas de valor arriba de la cama con un cuchillo, marcando claramente que no fue un robo”. Agregó que en un pasillo hay una pequeña tapa para acceder al cielo raso que estaba abierta e indicó que esto tiene estrecha vinculación con el secuestro de su cuñada, ya que el día que la fueron a buscar, ése fue uno de los lugares más revisados por los militares. “Esto hace evidente que quienes entraron la conocían. Tiene un fuerte contenido simbólico”, concluyó.

El abogado querellante de la Central de Trabajadores Argentinos, Marcelo Ponce Núñez, aseguró que “Desde el primer día que se produjeron amenazas (…) comenzaron a trabajar los organismos del Estado” y agregó que “Sin embargo, se sucedieron estos otros hechos lo que nos demuestra que si bien desde las autoridades del Estado se han previsto algunas medidas, éstas no han sido suficientes y se producen estos hechos que merecen que nosotros nuevamente salgamos a denunciaros”.

En cuanto a la situación jurídica de las denuncias, los abogados expresaron que fueron formalmente presentadas y el Tribunal está en pleno conocimiento de ellas”. Además indicaron que fueron realizadas en forma particular y personal con los funcionarios judiciales. Además, destacaron que es importante que se realicen teniendo como antecedente la desaparición de Julio López en 2006 y el asesinato de Silvia Suppo en Rosario.

En ese sentido, Scatolini afirmó que “Muchos de los integrantes del servicio de inteligencia que operó durante la dictadura están prófugos” y “están ligados hoy a servicios de seguridad privados, fuera del Estado, pero están en algún lugar, con algún recaudo, con algún manejo importante de recursos”. Asimismo, resaltó la importancia del acompañamiento de la sociedad y afirmó: “Yo hoy me siento protegido, no estoy a la intemperie como me sentí el 12 de abril cuando recibí la visita y no tuve a quien apelar. Rápidamente se movió el Estado y me produjo esta situación de tranquilidad con la que yo declaré el 26 de abril”.

“Queremos dar símbolo de que de este lado existe también una unión que es la que permitió, a través de la movilización popular, llegar a los juicios, y va a seguir existiendo con la ayuda de todos los que estemos detrás de esta línea de pensamiento. Lo que le pedimos al Gobierno es una mayor injerencia en este tipo de cuestiones para evitar que estas cosas sigan sucediendo”, destacó Ponce Núñez.

De la conferencia también participaron Inti Pérez Aznar (querellante por la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación), el abogado Alejo Ramos Padilla y Nilda Eloy (Asociación de Ex Detenidos y Desaparecidos). Además estuvieron presentes Norberto Linsky (de Codesedh), Roberto Cipriano (miembro del Comité Contra la Tortura de la Comisión Provincial por la Memoria), Guadalupe Godoy (querellante por Justicia Ya), María Laura Obretal (Unión por los Derechos Humanos), Emiliano Hueravilo (HIJOS), Verónica Cruz (decana de la facultad de Trabajo Social de la UNLP), entre otras.

jueves, 17 de junio de 2010

"A usted no lo va a salvar ni el Papa"


Adolfo Pérez Esquivel declaró en el juicio contra penitenciarios de la Unidad 9. Contó que lo subieron a un avión y que se salvó de un “vuelo de la muerte”, que lo llevaron en dos oportunidades a los “chanchos” y que fue torturado física y psicológicamente. Dijo que logró su libertad gracias a la presión internacional.


“A usted no lo va a salvar ni el Papa. Somos señores de la vida y de la muerte y a usted ni los obispos lo van a salvar.” Así recordó el Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel las palabras que un suboficial de la Unidad 9 le dijo mientras estuvo detenido allí. Pérez Esquivel declaró ayer en el juicio que se realiza contra once agentes y tres médicos penitenciarios que se desempeñaron en ese lugar durante la última dictadura militar y relató que llegó a la cárcel luego de haber sobrevivido a un “vuelo de la muerte”.

Durante dos horas, Pérez Esquivel relató al Tribunal Oral Federal Nº 1 de La Plata sus años como preso político: “Fui detenido el 4 de abril de 1977 en el Departamento Central de la Policía Federal cuando fui a renovar mi pasaporte”. Destacó que era el representante del Servicio de Paz y Justicia (Serpaj), organismo que defiende los derechos humanos en América latina. “Veníamos trabajando sobre la situación latinoamericana. El caso argentino no es un hecho aislado, responde a la política de la Doctrina de Seguridad Nacional impuesta en todo el continente”, señaló.

Si bien a Pérez Esquivel nunca le informaron por qué lo detuvieron, no fue entrevistado ni tuvo proceso judicial (siempre estuvo a disposición del Poder Ejecutivo nacional), dijo creer que esa actividad fue crucial para su privación de la libertad.

Hasta llegar a la U9, el Nobel de la Paz pasó por varios centros de detención e incluso sobrevivió a uno de los “vuelos de la muerte”. Del Departamento de Policía fue trasladado a la Superintendencia de Seguridad Federal, donde había una pared con “una gran cruz esvástica y escrito ‘nazionalismo’. Ahí estaban detenidos el matrimonio Divinsky, directores de la editorial De la Flor; también llevan ahí al director del Buenos Aires Herald, Robert Cox, y a la familia Graiver”. Contó que allí lo “encerraron en un ‘tubo’, un calabozo muy pequeño, oscuro, maloliente, sucio”. Agregó que cuando el guardia abrió la puerta y entró la luz pudo ver en la pared “muchos nombres de seres queridos, de clubes de fútbol, insultos, y una gran mancha de sangre de un prisionero que había estado antes que yo y que había escrito con su propia sangre ‘Dios no mata’”.

El vuelo y la llegada a la Unidad 9

“El 5 de mayo de 1977 me ponen las esposas y dicen que me van a trasladar. Me sacan de la Superintendencia y me llevan al aeródromo de San Justo. Me encadenan en un avión que carretea en la pista y vuela hacia el Río de la Plata. Veo las luces de Colonia, de Montevideo, de La Plata, es decir, el avión da vueltas. Pregunto qué va a pasar conmigo, porque sabía que arrojaban los prisioneros de los aviones. Nadie me contesta y, después de mucho tiempo, el piloto llama al oficial y le dice: ‘Tengo orden de llevar al detenido a El Palomar’, la base aérea de Morón.” Allí se bajan y a las dos horas regresan para informarle que sería trasladado a la U9.

Pérez Esquivel recordó que tras ingresar a la Unidad fue depositado en los “chanchos” (celdas de castigo), donde estuvo durante diez días. Luego fue alojado en los pabellones dieciséis y quince. “Ahí pasó de todo –afirmó–, desde una presión psicológica muy fuerte, hasta las requisas, en las que la guardia golpeaba las celdas, nos hacía desnudar, poner las manos contra la pared, las piernas abiertas, revolvían las celdas y tiraban todo lo que había.”

La segunda vez que estuvo en los “chanchos” fue por haberse movido en la fila. “Nos golpearon, nos insultaban. Después nos metían en la ducha de agua fría y nos hacían pasar un jabón amarillo para sacar las marcas de los golpes. Lo que más me aterró, una vez en el calabozo, era sentir cómo golpeaban a otros compañeros de la prisión. Eso era lo más duro.”

Recordó que en una oportunidad “apareció el jefe del penal, Abel Dupuy, con Raúl Aníbal Rebaynera y otros oficiales. Me hicieron salir de la celda y el jefe del penal llevaba un bastón de mando y me hacía levantar los brazos. Con el bastón me tocaba las costillas (donde había sido golpeado) y me decía ‘¿Duele aquí?’, y yo le decía que sí, entonces me decía: ‘Bueno, ya sabe cuál debe ser su comportamiento’, y taconeaba las botas. Me hacía acordar mucho a cómo hacían los nazis en las películas”, contó.

Pérez Esquivel intentó reconocer a los detenidos que había mencionado pero no logró ubicarlos: “Pasaron muchos años”, excusó y aceptó la solicitud del presidente del tribunal, Carlos Rozanski, para hacer un reconocimiento ocular en la unidad.

Además de los golpes recibidos, Pérez Esquivel afirmó que “hubo amenazas de muerte. Después de enterarse de que me habían dado el Memorial Juan XXIII de la Paz y que yo era candidato al Premio Nobel, me dicen ‘de aquí se sale con las patas hacia adelante’”. Indicó: “Lo que buscaban era quebrarnos moralmente, psicológicamente, humanamente. Esa era la política del penal”.

La salida

“Había una campaña muy fuerte por mi liberación, yo sabía que me iban a largar pero no sabía cuándo, porque unos días antes ponen en libertad al maestro Alfredo Bravo, que estaba en el mismo penal”, relató el Nobel de la Paz. Recordó que “había cosas que para mí eran surrealistas. Pasaban por los parlantes algunos partidos en los que jugaba Argentina. Había momentos en los que uno gritó, como todos, y después ya no quise gritar más los goles de Argentina. Porque todos gritábamos y era como que eso nos unía a todos. Era algo tremendo porque no había diferencia. Tanto los torturadores como los torturados gritábamos el gol”.

Respecto de su liberación, contó que “dos días antes de que terminara el Mundial de Fútbol me sacan de la celda y me trasladan donde estaba la oficina del jefe del penal. Ahí Rebaynera me dice: ‘con los subversivos hay que hacer esto’ y me rompe una foto de mi señora...”. Luego Raúl Guglielmine-tti, que se encargó del traslado, lo llevó hasta un Ford Falcon verde: “Me impresionó que en el piso del asiento al lado de conductor, donde yo tuve que poner mis pies, hay una ametralladora”. Relató que en el medio del viaje el agente le dijo que tenía que cargar nafta y cuando se bajó en la estación de servicio le quitó las esposas y dejó una pistola 45 en el asiento. Ante esta acción, Pérez Esquivel levantó las manos y las dejó sobre el tablero del conductor, “bien visibles”, porque sabía de casos de presos que habían sido asesinados en supuestos intentos de fuga cometidos al momento de su liberación. “Cuando Guglielminetti regresa le digo: ‘Se olvidó el juguete’. Y me dice: ‘Uy, qué distraído que soy’”.

En el juicio que se realiza en la ex AMIA de La Plata se juzga desde abril al ex director de la Unidad, Abel Dupuy; a los penitenciarios Víctor Ríos, Catalino Morel, Jorge Luis Peratta, Segundo Andrés Basualdo, Héctor Acuña y Raúl Rebaynera, y a los médicos Carlos Domingo Jurio, Enrique Leandro Corsi y Luis Domingo Favole, tres médicos que en ese momento se desempeñaban en la Unidad 9 de La Plata.

jueves, 13 de mayo de 2010

"Yo era un irrecuperable"

El canciller Jorge Taiana declaró en el juicio contra represores de la Unidad 9. Contó detales sobre su encierro durante la última dictadura. Dijo que estuvo alojado en uno de los “pabellones de la muerte”, narró la ejecución de cuatro de sus compañeros y mencionó a los represores “más activos” en los tormentos.

A veinte días de cumplir sesenta años, el titular del Ministerio de Relaciones Exteriores, Jorge Enrique Taiana, habló por primera vez ante la Justicia argentina acerca de su experiencia como detenido durante la última dictadura militar. Enfundado en un traje negro, dando pasos lentos pero seguros, el canciller se dirigió a la silla ubicada en el centro del escenario del auditorio de la ex AMIA y se sentó frente a los jueces que componen el Tribunal Oral Federal 1 de La Plata para dar testimonio en el juicio contra catorce agentes del Servicio Penitenciario Bonaerense, acusados de delitos de lesa humanidad cometidos en la Unidad penal No 9. Allí relató su paso por uno de los “pabellones de la muerte”, mencionó los nombres de los oficiales “más activos” en los castigos y contó cómo él y sus compañeros se fueron dando cuenta de que un “traslado” podía ser sinónimo de “asesinato”.

“En la Unidad 9 vi de todo y fui testigo de violaciones serias a los derechos humanos y atentados al derecho a la vida”, dijo el canciller antes de entrar a la sala.

Taiana llegó a la U9 el 26 de octubre de 1976 desde el penal de Villa Devoto. Había sido detenido en 1975 y en total pasó siete años en prisión.

Frente a los jueces, con las piernas cruzadas y las manos sobre el abdomen, aseguró haber sufrido maltratos por parte de los agentes que cumplían tareas en ese centro de detención y recordó los nombres de los oficiales “más activos” en los castigos: “(Jorge Luis) Peratta era un hombre rudo que tenía el rol del hombre malo que pegaba. Otro era (Raúl Aníbal) Rebaynera, que también hacía mérito de su vocación y provocaba. También estaba (Ramón) Fernández, ‘El Manchado’”.

Peratta, Rebaynera y Fernández son tres de los catorce imputados en esta causa. Los otros penitenciarios que están siendo juzgados por el tribunal que preside Carlos Rozanski son el ex director de la Unidad 9 Abel Dupuy, el ex subjefe Isabelino Vega, los ex agentes Elvio Cosso y Valentín Romero y los penitenciarios Víctor Ríos, Catalino Morel, Segundo Andrés Basualdo y Héctor “El Oso” Acuña, además de los médicos Carlos Domingo Jurio, Enrique Leandro Corsi y Luis Domingo Favole, quienes están acusados por no haber evitado las torturas seguidas de muerte de Alberto Pinto.

Con tono calmo, Taiana hizo referencia a la violenta requisa del 13 de diciembre de 1977, fecha en que Dupuy asumió al mando de la Unidad 9. El canciller recordó que ahí se produjo “un importante cambio en el funcionamiento del régimen” al que definió como la “incorporación del penal al conjunto de la estrategia represiva que se llevó adelante en el país”. Detalló que ese día había un clima enrarecido. “De repente los guardias empezaron a abrir las puertas y nos obligaron a salir a toda velocidad y con la vista fija en el piso. Se oían los gritos, ruidos y golpes de los otros pabellones.” Cuando llegaron al salón de actos, tuvieron que desnudarse y luego fueron revisados y golpeados. Taiana recordó que cuando regresó a su celda estaba todo revuelto y le faltaban algunas de sus pertenencias. Luego, los presos fueron clasificados según su grado de inserción social.

“Yo era un irrecuperable”, afirmó. Explicó que por ese motivo fue alojado en el pabellón uno, “que pocas semanas más tarde se conoció como uno de los pabellones de la muerte”. Hoy se sabe que allí eran alojados los militantes de Montoneros, mientras que al dos iban los integrantes del Ejército Revolucionario del Pueblo. “Ahí éramos catorce personas de las cuales mataron a cuatro”, afirmó.

Taiana se refirió a los asesinatos de Dardo Cabo y Rufino Pirles, que fueron sacados del penal con la excusa de que serían trasladados y al día siguiente aparecieron asesinados en un supuesto intento de fuga. “Sabíamos que había detenidos no reconocidos, pero no sabíamos qué les pasaba. Nadie pensaba en el exterminio, sino en condiciones extremas de detención. No se unía ‘traslado’ a ejecución’. Se fueron sin resistencia. Después fuimos reconstruyendo lo que pasó”, aseguró. Así, relató cómo, a partir de ese hecho, los presos empezaron a tomar conciencia de lo que podía pasarles. “Nos dimos cuenta de que estábamos ante una estrategia de ejecución extrajudicial y en peligro, que esto no era un caso aislado y que seguramente se iba a repetir.”

No se equivocaban. Tres semanas más tarde fueron a buscar a Julio César Urien y Angel Giorgiadis. Urien logró salvar su vida gracias a la influencia de su familia. “Entonces se llevaron a Horacio Rapaport, que era un preso bastante representativo”, contó Taiana. “La sensación que tuvimos es que lo perdimos por horas porque los familiares habían hecho mucho afuera y a las pocas horas llegó la misión de la Cruz Roja”, que recordó como “la primera denuncia que pudimos hacer ante alguien en esa situación. Ahí sentimos que habíamos logrado romper cierto grado de aislamiento”.

De todos modos, por esos días corría el rumor de que habría nuevos fusilamientos. “Se decía que los próximos serían Villanueva, Jozami y yo.” El ministro relató que pidió una entrevista con el director del penal Dupuy: “Le señalé que lo que estaba pasando era una cosa muy seria y que en algún momento alguien lo iba a revisar”. El director le contestó: “¿Usted se cree, Taiana, que a mí me saca un preso cualquier teniencito? No, las órdenes son de arriba y yo tengo toda la documentación”.

Sobre este tema volvió el defensor de Dupuy, Roberto Citerio, quien le preguntó al canciller si creía que su defendido podía oponerse a esa orden militar. “Yo creo que sí”, afirmó Taiana y explicó que “la responsabilidad por la seguridad de las personas en un penal son de las autoridades del penal. Primero, era dudosa la legalidad del traslado en general. Segundo, luego del primer caso se sabía que era una orden que no se debía cumplir”.

La declaración de Taiana duro más de una hora. Al salir del edificio de la ex AMIA de La Plata, en el mismo tono calmo con que llegó, el canciller dijo a la prensa: “Me emocioné mucho. Son muchos recuerdos, mucha gente, sobre todo los que fueron ejecutados, que eran amigos. Yo todavía vivo el dolor de no tenerlos. Pero creo que es un deber colaborar con el juicio. Tiene que ver con mis responsabilidades en relación con los derechos humanos y con la Justicia, que son dos valores fundamentales que reclama la sociedad argentina. Como gobierno y como persona, para mí era una obligación”.

miércoles, 21 de abril de 2010

Celebrar la muerte como un partido de fútbol


Me impactó la tapa del diario Crónica de hoy. A primera vista aparecen dos grandes números amarillos al mejor estilo superclásico de domingo que dan como resultado “1-0”. Más arriba se lee “Policía mató a delincuente”. En la bajada, “El ladrón intentaba escapar con el auto, que le robó a dos mujeres indefensas (...) Un sargento de la comisaría 4ª terminó con su fuga a balazos".

La comparación de una muerte con un partido de fútbol es un ejemplo claro de la banalización que muchas veces produce un amplio sector del periodismo. El hombre que terminó muerto es referido como “delincuente”, mientras que una de las “mujeres indefensas” que declaró por haber sufrido la sustracción de su Chévrolet Meriva es funcionaria de la Dirección Nacional del Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos, dependiente del Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos, según consignó ayer la agencia Télam.

Las imágenes de las cámaras de seguridad, que TN reprodujo hasta el hartazgo, muestran con claridad cómo el ladrón se apropia del auto y huye, y despejan cualquier duda sobre la ilegalidad del hecho. Pero para quienes creemos que al delito se lo combate, entre otras cosas, con justicia, celebrar la muerte como un partido de fútbol nos indigna. Y porque quienes además nos dedicamos a la comunicación sabemos que esos discursos reflejan intereses de determinados grupos que buscan instalar ciertos temas. Una vez creado el clima, proponen este tipo de “soluciones” para el problema de la delincuencia, presentándolas como la única alternativa para hechos tan salvajes que alteran “el orden público”, la “paz social”.

Se sabe que Crónica es un diario muy leído y si se permite salir a la calle con esta tapa es porque hay un público que está esperando encontrarse con las letras amarillas que piden mano dura para los que delinquen.

Esta analogía entre el color de las letras del título y el tipo de información que este diario propaga, es un ejemplo más de que los medios ya no ocultan nada. U ocultan cada vez menos. Y ese triunfo se lo debemos, en gran parte, al estruendoso debate por la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, aún cuando todavía no se ha puesto en funcionamiento.

Desde entonces mucha gente quiso saber quiénes son los dueños de las empresas y cómo se compone el mapa de medios. Empezó a prestarle atención a los títulos, se esforzó por interpretar las editoriales, analizar las fotos, comparar la información que publican, ver cómo construyen sus verdades, observar los énfasis y las omisiones de cada uno.

Hoy que sabemos cómo funcionan las grandes empresas mediáticas debemos suponer que sólo unos pocos despistados compran Crónica sin estar de acuerdo con su discurso ideológico. Siendo éste un diario de amplia llegada, corrijo: me dolió la tapa de Crónica.

jueves, 15 de abril de 2010

Contra la naturalización del fascismo

Convocado a disertar sobre el Fútbol para todos y la ley de Medios, Víctor Hugo Morales aprovechó el auditorio lleno del Teatro Argentino de La Plata para hablar del fascismo. Dijo que “hay personas que son fascistas y no saben que lo son” y dio algunos ejemplos para ilustrar la idea. Empezó por quienes cuestionan que el Futbol para todos, una iniciativa que él entiende como “un proyecto de vida” para millones de personas sin posibilidades de gastar su tarde libre de domingo en otra actividad que les renueve el espíritu, porque aducen que es solventada con fondos de su propio bolsillo. Y expuso la cifra que resulta de los seiscientos millones anuales que invierte el Gobierno en este programa, dividido la cantidad de grandes y pequeños contribuyentes, concluyendo que quienes se quejan de que sus aportes tienen ese destino pagan, en promedio, seis pesos por mes para que el fútbol llegue en forma gratuita a veintitrés millones de personas.

Si bien es cuestionable la ponderación del ritual de ver fútbol los domingos al nivel de un proyecto de vida –al menos deseable-, la afirmación remite a esta otra, que mucha gente que cree no ser fascista suele decir con frecuencia: “Exijo seguridad porque pago mis impuestos”. Como si al pagar los impuestos, más que una inversión al Estado para que nos siga prestando servicios, hiciéramos la compra de ese rincón tranquilo del mundo donde Benedetti prefería no quedarse.

Siguiendo con los ejemplos de Víctor Hugo, el periodista se refirió a quienes dicen no ser fascistas y estar a favor de la vida, motivo por el cual se oponen a la legalización del aborto sin tener en cuenta que esta práctica realizada en las carnicerías de la clandestinidad es la principal causa de muerte de las mujeres en Argentina. Y como si eso fuera poco, estos que se dicen a favor de la vida son los mismos que piden mano dura o pena de muerte, en el peor de los casos, para combatir la delincuencia.

Después evocó un caso en boga: “Yo no soy fascista, pero el ADN a los hijos de Herrera de Noble, noooo…. –siguió Víctor Hugo, poeniendo voz de señora- Porque los chicos ya son grandes y tienen derecho a decidir sobre su vida”. Y contrapuso a esa frase, tan escuchada por estos días, que matar a una madre para quitarle a su hijo es uno de los crímenes más horrendos.

Rescatar estos ejemplos dados por Víctor Hugo sirve para alertar sobre esos discursos que circulan en nuestros ámbitos más cotidianos, de trabajo, en el mercado, en los medios, en la calle, incluso entre gente que apreciamos, que se naturalizan, sedimentan y se instalan en el lenguaje y van constituyendo un sistema de ideas dominante que se corresponde con prácticas punitivas que poco contribuyen a una sociedad más justa, más equitativa y con más libertad.

El poeta revolucionario, Roque Dalton, escribió en 1975 un breve texto titulado “Consejo que ya no es necesario en ninguna parte del mundo pero que en El Salvador…”, que bien nos viene leer en la Argentina hoy. Dice: “No olvides nunca/ que los menos fascistas/ de entre los fascistas/ también son/ fascistas”.

miércoles, 17 de marzo de 2010

Muros

Caminando por Diagonal 80, poco antes de la estación de trenes, una conversación de dos chicos de no más de dieciséis me entró por una oreja y me disparó pensamientos.

-No, loco, vamos a la remisería que ahí nos conocen. Acá no nos van a querer llevar.

Pensé que seguramente vivieran en algún barrio humilde de las afueras de La Plata, o quizás en una localidad cercana. Que poco tiempo atrás se habrían bajado de algún vagón, caminado por el andén hasta cruzar la 44 y estarían intentando repetir una rutina, casi olvidándose ese sabor amargo de la exclusión.

Pensé enseguida en cuántas veces al día esos pibes deben ingeniar una estrategia para moverse en “la ciudad”. Pensé en cuántas veces esos mismos pibes habrán buscado trabajo y no habrán llegado a la fila sabiendo, de antemano, que no los iban a tomar. Pensé en cuántas veces habrán sentido que alguien, confundiéndolos con un chorro, cruzó la calle al verlos venir.

Pensé en los muros invisibles, esos que son más duros que los ladrillos, y en ese Frankestein mediático, “la inseguridad”, pero al revés. En las precauciones que debe tomar una persona de las afueras para poder transitar las calles que nos son cotidianas a nosotros, los “clase media”. Pensé que ese pibe sabe que debe ir al centro con el documento por si lo para la policía.

Bordeando los extremos, pensé en Luciano Arruga, el chico desaparecido por la Bonaerense en Lomas del Mirador por negarse a hacer trabajos para la policía, como ícono de un caso que se repite.

Y de sumar pobreza más policía, se llega rápido a un recurrente resultado: la delincuencia.

El periodista Cristian Alarcón escribió en 2003 “Cuando me muera quiero que me toquen cumbia”, una turbadora crónica de historias de pibes chorros en villas del tercer cordón del Conurbano, a partir del fusilamiento de un chico de diecisiete años en manos de la policía. Ahí dice de los pibes: “siempre tan difíciles de ubicar, sin horario alguno, respirando a bocanadas el momento inmediato, el momento mismo en el que se está sin que una próxima actividad, un compromiso tomado, le ponga punto final al presente por imposición del futuro”.

Pienso una vez más que la única salida a la delincuencia es la propuesta a estos pibes que se ven muertos antes de los veinticinco de un proyecto que les devuelva la convicción de que vivir vale la pena y de que ellos valen para alguien.

Pienso en cuántas veces escuché la frase “Ahora no tienen códigos, te matan por dos mangos, no valoran la vida”. Como si los que tuvimos el culo de nacer en una familia donde se come todos los días y es normal ir a la escuela, valoráramos, primero, la vida de quienes tuvieron la mala fortuna de nacer en una familia arruinada.

Pienso en sus padres, tantas veces acusados de inmorales por no “enderezar” los desvaríos de sus hijos, como si la marginación y el hambre no tuviesen una historia, como si esos padres no fueran a su vez hijos de otras historias encadenadas de despojo.

Pienso que para estos chicos el “rescate” es el manotazo de ahogado que milagrosamente puede hacer cambiar esa sucesión de causalidades. Y de allí rescato la idea de la casualidad. Porque la toma de conciencia de que haber nacido de uno o de otro lado del muro invisible es una cuestión fortuita nos iguala, nos humaniza y nos lleva a todos, por un rato, al mismo punto de partida.


Con la atinada colaboración de Vito

miércoles, 3 de marzo de 2010

Gestos


Un gesto implica de por sí, sutileza. Puede ser una leve mueca, una mirada penetrante, una palabra que se dice por lo bajo. Aunque el gesto no sea estridente, vale por su contundencia y porque va dirigido a alguien. Es decir, se completa cuando el que está del otro lado capta y decodifica el mensaje. Le da sentido. Y establece así una conexión con el emisor que, a propósito, eligió esa forma de comunicarse.
Frente a un gesto hay quienes hacen de cuenta que no vieron ni oyeron nada y prefieren llenar el aire con palabras para no escuchar el silencio que deja como estela el gesto y olvidarse, por un rato, de que se les ha movido una fibra muscular.

“Chile y Haití necesitan de ti”
"Es gravísimo ver a nuestros hermanos muertos por terremotos, siento que la naturaleza no aguanta las políticas que destruyen el medio ambiente", dijo ayer Evo Morales en una conferencia de prensa y, seguidamente, anunció que donará la mitad de su salario para los damnificados por los terremotos ocurridos en Chile y Haití.
Las declaraciones del presidente de Bolivia no salieron por cadena nacional y fueron formuladas en la presentación de la campaña nacional "Chile y Haití necesitan de ti", destinada a juntar en cinco días fondos para los damnificados de las dos catástrofes naturales en las que en los últimos dos meses murieron más de doscientas mil personas.
Tanto Evo como su vicepresidente, Álvaro García, entregarán cada uno un monto que ronda los mil dólares, mientras que los ministros y viceministros de su gobierno entregarán para la causa el treinta por ciento de su sueldo de marzo.

No MAS alcohol
El 4 de febrero el candidato por el MAS, el partido de Morales, a la Gobernación del departamento boliviano de La Paz, Félix Patzi, anunció que se retiraría de la carrera electoral para los comicios regionales y municipales del 4 de abril tras haber sido detenido por conducir alcoholizado.
La noticia, difundida por diversos medios de comunicación, hacía hincapié en el decreto recientemente aprobado por el gobierno boliviano que impone severas sanciones a quienes conduzcan en estado de ebriedad en las rutas del país, con la intención de disminuir los accidentes de este tipo, que llegan a ser más de mil por año.

Más colores para Bolivia
El año pasado, Morales firmó un decreto mediante el cual se estableció que la wiphala, bandera que representa a la población indígena –mayoría en Bolivia-, debía izarse en los edificios públicos a la par de la tricolor bandera nacional. Junto con ese decreto, se cambió el nombre de República de Bolivia por Estado Plurinacional de Bolivia.

martes, 2 de febrero de 2010

La planta de tuna


En el fondo del patio de la casa que fue de mis abuelos hay una planta de tuna.

La planta de tuna siempre fue, para quienes integramos la tercera generación familiar, la planta prohibida. Se trata de un tipo de cactus que da un fruto ovalado y tentador pero que, bajo ningún punto de vista, podíamos siquiera rozar con nuestros dedos.

A decir de los eruditos de la familia, tanto la tuna como su fruto –que lleva el mismo nombre- tienen unas espinas casi invisibles para el ojo humano. Tan finas son las espinas de la tuna que se clavan profundo en la carne y generan un ardor desesperante, que permanece en la piel aún cuando el filamento ya fue extraído del cuerpo, delicadamente, con una pinza de depilar.

Este verano, por primera vez desde que tengo memoria, la planta de tuna fue objeto de admiración para los dieciséis nietos y los cinco hijos de Chela y Salvador.

Como reguero de pólvora corrió el comentario de boca en boca acerca de la exuberancia que estaba mostrando la tantas veces prohibida planta de tuna, allá donde termina el jardín, casi contra el alambrado que lo separa de la tierra seca que hace volar el viento del sur.

Numerosas flores amarillas, de gran luminosidad, nos fueron congregando en torno a la generosidad de una planta de tuna que, como nunca antes la habíamos visto, sacaba a relucir su máximo esplendor.

Palabras de sorpresa y admiración fueron las protagonistas de aquella larga sobremesa navideña realizada, como un ritual al que nos regocija asistir, debajo del parral. Comentarios en torno al deber y la cautela cedieron lugar al goce y al deleite. Y entendí que el límite de la advertencia es la imposibilidad de disfrutar de la maravillosa proeza de descubrir un paisaje por primera vez.


Para mis primos y hermanos

viernes, 22 de enero de 2010

El derecho a la propiedad


de la tierra

Con el triunfo de la revolución cubana, en 1959, una de las primeras medidas que puso en práctica el nuevo gobierno fue la aplicación de la Ley de Reforma Agraria. Las tierras fueron expropiadas y entregadas a los campesinos en parcelas para que las arrendaran. Con la segunda reforma, en 1962, se les concedió el derecho de ser dueños de los medios de producción y del usufructo, pero no ya en calidad de propietarios de la tierra.

Desde la ruta que atraviesa las provincias Ciego de Ávila y Camagüey, se observan las plantaciones de caña de azúcar, trigo, arroz, entre otros cultivos. En cada parcela hay un cartel que indica de qué modo se está llevando a cabo la explotación en esa área. Si el cartel dice CPA (Cooperativa de Producción Agropecuaria) indica que se trata de campesinos que unen sus tierras y medios de producción para producir con autonomía del Estado. A cambio reciben un ingreso que depende de la cantidad y calidad del trabajo aportado por cada cooperativista.

En cambio, si el cartel dice UBPC (Unidad Básica de Producción Cooperativa) indica que se trata de grupos de campesinos que se unen para trabajar tierras que pertenecen al Estado, a cambio de un salario que ronda los 325 pesos en moneda nacional (es decir, unos trece pesos en moneda convertible). Esta forma de organización se aboca, principalmente, a la producción de la caña de azúcar, producto de gran importancia para la economía del país, al punto tal que existe en La Habana el “Ministerio del Azúcar”.

En Pinar del Río, la provincia más occidental de Cuba, hay montañas bajas colmadas de palmas y sus laderas son rojas. Esta región alberga las mejores plantaciones de tabaco y convierten a éste en uno de los productos más cotizados de la isla y de mejor calidad en el mundo. Un campesino del pequeño poblado de Viñales explica que la hoja de tabaco se cosecha una por una y que para lograr una producción óptima deben visitar la planta día por día, durante los noventa días que dura la vida de ésta. Realizado el arsanal proceso de producción, un diez por ciento del resultado se lo queda el campesino para consumo personal o venta al por menor, mientras que el noventa por ciento de la producción es entregada al Estado para su comercialización.

martes, 19 de enero de 2010

El derecho a la propiedad II


de la vivienda

“En Cuba no hay empresas privadas”, afirma enfático un profesor de diseño industrial de 29 años que desde hace cuatro trabaja como seguridad en un all inclusive de Cayo Guillermo porque le es más rentable. Explica que esos grandes complejos hoteleros que vemos a nuestras espaldas fueron alzados con capitales extranjeros pero remarca que en la administración siempre participa un cincuenta por ciento el Estado cubano. “Hay un gerente internacional y un gerente cubano, y las decisiones las toman entre los dos”, asegura.

En Cuba no existe la propiedad privada, es decir, nadie puede comprar o vender una vivienda ni existe algún impuesto similar al Inmobiliario. Sin embargo, algunas personas tienen casa propia ya sea porque la heredaron, la consiguieron a través de su trabajo o la construyeron con sus recursos sin recibir ayuda del Estado para los materiales o la mano de obra.

Cuando dos personas contraen matrimonio tienen que elegir entre la casa de los padres de alguno de los integrantes de la pareja ya que legalmente no tienen manera de comprarse una propia ni tampoco un terreno. Suelen entonces ampliar las antiquísimas construcciones existentes, respetando el tope de dos pisos como máximo que el Estado pone para quienes quieran edificar.

Dicen que el problema de la falta de vivienda es uno de los principales en la isla actualmente y que en muchas casas suele haber hasta tres generaciones bajo el mismo techo. También es este uno de los principales motivos de divorcio, los cuales, por otra parte, son también muy frecuentes ya que no deben lidiar con los extensos plazos que en el resto de los países impone la división de bienes, cada vez que una pareja decide renunciar a sus votos.

Para mudarse de ciudad o de una casa a otra, la persona interesada debe conseguir que alguien esté dispuesto a permutar su casa por la que esa persona ofrece. Para ello, se colocan en las puertas carteles que indican que la casa está disponible para el cambio. Por lo general, se busca trocar viviendas de las mismas características de tamaño, ubicación y condiciones edilicias. Sin embargo, como en cualquier parte del mundo, hecha la ley hecha la trampa, y muchas personas confiesan que es muy común que se entregue dinero por encima del intercambio, para obtener algún tipo de beneficio.

lunes, 18 de enero de 2010

El Vedado


El Vedado se llama la zona de La Habana que en épocas de los españoles era cercada para evitar el paso de la gente y animales hacia el resto del territorio. Cinco siglos después, devenido en uno de los barrios que alberga los edificios más altos y modernos de la ciudad, como el Hotel Nacional, el Habana Libre y la Plaza de la Revolución, mantiene, al igual que el resto del país, la idea de vedar el territorio del contacto con todo lo que viene de afuera.

La “ley de asedio al turista” sanciona a los cubanos que “molestan” a los extranjeros ofreciendo tabaco, ron, sexo, en la calle. Pero también penaliza a quienes se les acercan para conversar, sobre todo, si lo hacen en contra del gobierno. A la primera detención se les redacta una “carta de advertencia” y a la tercera van presos de dos a cuatro años.

Ahora bien, los turistas que compran productos en el mercado negro, que pagan por sexo con menores o que se hospedan en casas no habilitadas por el gobierno no reciben ningún tipo de sanción.

Dicen varios cubanos que un tercio de la seguridad con que cuenta el Estado lleva uniforme mientras que el resto es imposible de identificar para los que vamos de afuera porque están de civil y pertenecen a los servicios de inteligencia del gobierno revolucionario. En Cuba no hay libertad de pensamiento ni de expresión. La única libertad es la de comer, aunque más no sea un plato de arroz con frijoles, todos los días.

domingo, 17 de enero de 2010

La República de los niños




La Habana
En una esquina de La Habana, un chico de unos doce años batea con fuerza una pelota de béisbol que va a parar derecho al guante de cuero que calza otro muchachito ubicado a más de treinta metros, del otro lado de la calle. A su alrededor un grupo de niños espera su turno para tomar el bate mientras autos de la década del 50 doblan despacio por las intersecciones. Son las siete de la tarde y en Cuba ya está cayendo la noche.

Siboney
A unos veinte kilómetros de Santiago, en dirección opuesta a la Sierra Maestra, se encuentra un pequeño poblado que da al mar. Allí, en la playa Siboney, el agua es azul oscura, la arena es tostada y gruesa, y está casi exenta de turistas. Unos doce chicos se bañan, hacen una ronda, montan sobre sus hombros unos a otros y se zambullen de cabeza en las cálidas aguas del mar Caribe. Después juegan a hacer pases con una pelota de vóley bajo el rayo del sol del mediodía. Horas más tarde, se alejan de la playa hacia donde la arena está seca y quema, y un muchacho ágil trepa, desnudo de pies y manos, los quince metros del tronco de una palmera.
– ¡Eso es coco seco! –lo repudian los otros desde abajo y el que está en las alturas sacude enfático las hojas de la palma hasta que dos bochas negras caen sobre la arena.
Diez minutos más tarde, los chicos están sentados de cara al mar calmando la sed y el hambre con el agua dulce de uno de los frutos distintivos de la isla.

Tírame una foto
Caminando de noche por una callecita frente al edificio central de la Universidad de Cuba, en La Habana, dos morenos que rondan los seis años piden que les “tiremos” una foto. Posan con los dedos haciendo una “v” acostada, “como los músicos del reggaetón”- dicen-, hasta que el flash les roba una sonrisa indeleble. Enseguida se abalanzan para verse reflejados en la pantalla, con la admiración de quien descubre por primera vez la magia de la tecnología. Después se van corriendo y siguen jugando en la vereda, hasta que la voz de una mujer les indica que es la hora de la cena.
Las nuevas generaciones son, según los amantes de la revolución, el gran desafío del gobierno de los Castro porque la clave reside en sostener el modo de vida sin caer en las tentaciones del mundo capitalista con el que los turistas permanentemente tientan a los que viven las faltas de ese sistema colmado de restricciones, al que ellos llaman comunismo.