Caminando por Diagonal 80, poco antes de la estación de trenes, una conversación de dos chicos de no más de dieciséis me entró por una oreja y me disparó pensamientos.
-No, loco, vamos a la remisería que ahí nos conocen. Acá no nos van a querer llevar.
Pensé que seguramente vivieran en algún barrio humilde de las afueras de La Plata, o quizás en una localidad cercana. Que poco tiempo atrás se habrían bajado de algún vagón, caminado por el andén hasta cruzar la 44 y estarían intentando repetir una rutina, casi olvidándose ese sabor amargo de la exclusión.
Pensé enseguida en cuántas veces al día esos pibes deben ingeniar una estrategia para moverse en “la ciudad”. Pensé en cuántas veces esos mismos pibes habrán buscado trabajo y no habrán llegado a la fila sabiendo, de antemano, que no los iban a tomar. Pensé en cuántas veces habrán sentido que alguien, confundiéndolos con un chorro, cruzó la calle al verlos venir.
Pensé en los muros invisibles, esos que son más duros que los ladrillos, y en ese Frankestein mediático, “la inseguridad”, pero al revés. En las precauciones que debe tomar una persona de las afueras para poder transitar las calles que nos son cotidianas a nosotros, los “clase media”. Pensé que ese pibe sabe que debe ir al centro con el documento por si lo para la policía.
Bordeando los extremos, pensé en Luciano Arruga, el chico desaparecido por la Bonaerense en Lomas del Mirador por negarse a hacer trabajos para la policía, como ícono de un caso que se repite.
Y de sumar pobreza más policía, se llega rápido a un recurrente resultado: la delincuencia.
El periodista Cristian Alarcón escribió en 2003 “Cuando me muera quiero que me toquen cumbia”, una turbadora crónica de historias de pibes chorros en villas del tercer cordón del Conurbano, a partir del fusilamiento de un chico de diecisiete años en manos de la policía. Ahí dice de los pibes: “siempre tan difíciles de ubicar, sin horario alguno, respirando a bocanadas el momento inmediato, el momento mismo en el que se está sin que una próxima actividad, un compromiso tomado, le ponga punto final al presente por imposición del futuro”.
Pienso una vez más que la única salida a la delincuencia es la propuesta a estos pibes que se ven muertos antes de los veinticinco de un proyecto que les devuelva la convicción de que vivir vale la pena y de que ellos valen para alguien.
Pienso en cuántas veces escuché la frase “Ahora no tienen códigos, te matan por dos mangos, no valoran la vida”. Como si los que tuvimos el culo de nacer en una familia donde se come todos los días y es normal ir a la escuela, valoráramos, primero, la vida de quienes tuvieron la mala fortuna de nacer en una familia arruinada.
Pienso en sus padres, tantas veces acusados de inmorales por no “enderezar” los desvaríos de sus hijos, como si la marginación y el hambre no tuviesen una historia, como si esos padres no fueran a su vez hijos de otras historias encadenadas de despojo.
Pienso que para estos chicos el “rescate” es el manotazo de ahogado que milagrosamente puede hacer cambiar esa sucesión de causalidades. Y de allí rescato la idea de la casualidad. Porque la toma de conciencia de que haber nacido de uno o de otro lado del muro invisible es una cuestión fortuita nos iguala, nos humaniza y nos lleva a todos, por un rato, al mismo punto de partida.
Con la atinada colaboración de Vito
Quizás parezca que escribo algo políticamente incorrecto, pero aun así voy a intentar debatir, porque imagino que muchos amigos les van a decir que qué buena la nota y acuerdo, está buena la nota, pero yo quiero ir un poco más allá. Porque ya sabemos (nosotros, los "progre", los "filoizquierda", los "proddhh") ya sabemos lo que es la portación de cara, ya sabemos lo que es el prejuicio, ya sabemos cómo actúan los medios en relación a la "inseguridad". Y yo estaría de acuerdo en razonamientos del estilo "el pibe te roba un celular, pero la multinacional te roba los recursos naturales que son para tus nietos". Ahora bien, más allá de los pre-juicios, también hay juicios: es verdad que una gran parte de los pibes están destruidos por el paco y otras yerbas, es verdad que gran parte de los pibes están armados. Y no quiero decir con esto que la solución sea más policía ni nada remotamente cercano (el otro día un taxista me contó que le robó un policía, que se tomó el taxi y sacó su arma reglamentaria para desvalijarlo). Quiero decir: hay un problema real. Existe la posibilidad real de que un pibe drogado te meta un tiro por un celular. Y no va a matar a Macri o a Fortabat. Va a matar a un tipo laburante de clase media, que quizás sea un gorila que pide mano dura, pero quizás sea uno de nosotros, quizás milite en una asamblea por los derechos del niño o colabore en un comedor o vaya a dar apoyo escolar a un mtd. Quiero decir: es verdad que hay un sentido común que construyen los medios, que genera estereotipos nefastos y discriminación (y un círculo vicioso, porque si esos pibes no son contratados en ningún laburo, probablemente no les quede otra que pedir o robar). Pero como clase media preocupada por esos pibes y también por nosotros mismos, deberían plantearnos un problema tan real como el de los medios y el sentido común: QUÉ HACEMOS CON ESOS PIBES. Es muy lindo hablar de no discriminación, no de no cruzar a la otra vereda, etc., etc. Pero también hay que hacer otra cosa. Hay que recuperar a esos pibes, sacarlos del paco, darles una vida. Y es dificilísimo entre otras cosas porque no está en la agenda del estado, no se hace de un día para el otro y la mayoría no sabemos CÓMO SE HACE. Quizás no era el comentario que esperaban a la nota, pero bueno, siendo una socióloga filopolíticaspúblicas y la otra comunicadora, quería plantear que me parece que muchos de "nosotros" estamos dedicados a combatir a los medios y sus efectos y pocos de "nosotros" a combatir la situación real de los pibes. Algunos, como yo, por no saber QUÉ HACER (entre otras razones)...
ResponderEliminarDecir que "la inseguridad la crean los medios" o que "la inseguridad no existe" es ingenuo e infantil. La inseguridad existe, y si a esa clase medio preocupada no le damos una respuesta a su problema la va a buscar en otro lado, y la va a encontrar (la derecha le "resuelve" el problema de la inseguridad, con mano dura). Si nosotros aceptamos que la inseguridad existe, entonces se trata de pensar otra respuesta posible. Y creo que frases como "la inseguridad se combate con educación, salud y trabajo" suena muy utópico. Por eso la izquierda no tiene llegada. A mí se me ocurren frases como "doña Rosa, ud. tiene miedo? tiene razón, los pibes están mal y son un peligro, pero podemos hacer algo para cambiar eso, por qué no va a esa ONG que lucha contra el pago y colabora? al menos económicamente..." No sé, para pensar, pero de lo que estoy segura es de que negar el problema de la inseguridad sólo nos lleva a aislarnos cada vez más y dejarle el terreno a la derecha para que avance... Tenemos que ser más estratégicos, más hábiles...
ResponderEliminarCintia, acuerdo con la mayoría de cosas que decís (especialmente acerca de cómo debemos actuar "nosotros", "clase media con motivaciones políticas") más no con tu diagnóstico.
ResponderEliminarCreer que la clase media ya asumió que los pibes están en problemas y que ahora lo que queda es "hacer algo", pasa por alto que la derecha sigue construyendo consenso gracias a una gran cantidad de gente clasemediera que prefiere ni pensarlo como problema. O pensarlo, asumir la propia incapacidad y dejar que lo solucionen otros.
Poder generar empatía con el lugar que ocupan los "otros" en la sociedad,adoptar por un segundo el lugar de estos chicos, es el punto de partida para comprender en profundidad el problema y pensar que vale la pena hacer algo. Quizás la nota no está dirigida a quien ya se tomó ese trabajo, sino justamente, a quienes reproducen discursos mediáticos porque de la inseguridad habla todo el mundo (porque, como bien decís, el problema existe) pero sin hacer el pequeño esfuerzo de mirar el mismo problema desde otro ángulo. Cambiar el punto de vista, es empezar a cambiar algo...
una cosa más: pienso en el escalonamiento de estas luchas...mientras pensamos soluciones concretas (nos debemos ese trabajo, acuerdo totalmente) debemos seguir dando la disputa por los sentidos hegemónicos que circulan acerca de la pobreza, la inseguridad, la delincuencia..creo que pensar q esa batalla está ganada es empezar a perderla
ResponderEliminarCintia, ante todo tus comentarios no me parecen políticamente incorrectos, así como yo no escribo pensando en qué es lo políticamente correcto ni esperando que me digan qué buena la nota. Simplemente escribo sensaciones sobre algunos temas que me convocan a hacerlo y cuánto mejor si se abre un diálogo con otra gente que también se siente interesada. Así que saludo tu intención de ir un poco más allá.
ResponderEliminarAcuerdo en que hay un problema real y que no sabemos cómo resolverlo. Pero creo que esa ignorancia no es motivo para dejar de debatir, porque si no caemos en “como no se qué hacer, entonces no hago nada ni dejo que los demás hagan”. Por el contrario, me parece que ponerlos en discusión es una forma de hacer que más gente esté hablando de esto y, a lo mejor, quién te dice, con tantas cabezas pensando en lo mismo se nos cae alguna idea que podemos empezar a materializar.
El objetivo de la nota no es brindar la fórmula para combatir la “inseguridad” (ojalá la tuviera!) y mucho menos negarla, sino mirarla desde otro punto de vista -ahí acuerdo con Vito- que nos permita buscar otras soluciones.
Creo que el juego a la derecha no se lo hacemos los que estamos buscando cómo materializar estas ideas “utópicas” que propone la izquierda sino los “clase media” que no se reconocen como de derecha, pero se creen el discurso de que no vale lo mismo la vida de un “gorila” que la de un “progre”.
Saludos
Bueno, bueno... me hicieron pensar. Muy interesantes sus planteos. Yo no se si puedo encasillarme en ser "progre", de "filoizquierda", de "clase media con motivaciones políticas", o en un "nosotros" que somos los que sí sabemos lo que sucede o, al menos, lo que está mal. Me parece que esos rótulos me quedan grandes. Además, me he encontrado en estos círculos, con una idealización extrema del pobre que, en ocasiones, debe alejarse bastante de lo real (aclaro que no hablo de nada ni nadie en especial, sino de frases que escucho)
ResponderEliminarHumildemente pienso que hay dos planos del (gran) problema de la inseguridad (delincuencia, delito, o como se lo quiera llamar) que, si bien son inescindibles en la realidad, tienden a mezclarse en el análisis, lo cual puede tornarse peligroso. Por un lado, el origen. Esa exclusión que nos eriza la piel y nos angustia. La que está muy bien descripta en la nota de Laura. Las patas sucias, el paco y las bolsitas de pegamento, los ojos desorbitados, los mocos secos, las madres niñas, la comida/basura, las siestas en la estación, el subte como hogar... y sigue la lista interminable de esos aterradores elementos que aglutinan a los excluidos y, al mismo tiempo, los ubican claramente de un lado del muro invisible. Redunda decir en este sentido que por revertir esta situación es por lo que se debe pelear.
Pero por otro lado, está la situación real de inseguridad que no es solo mediática. Las familias destruidas por la pérdida de algún ser querido. El comerciante que sufre robos de forma sistemática. El miedo a la muerte. El MIEDO. No me asusta mencionar estas cuestiones que, por lo general, son materia discursiva de la derecha. Porque realmente suceden y siento que nos atraviesan a todos, no solo a "ellos".
Si pensamos en que un plano y el otro son lo mismo, corremos el peligro de asociar un chico pobre a un delincuente y viceversa. Y, si estamos soñando con cambiar la situación, seria bueno apuntar a resaltar esta necesaria diferencia. Pensar en el origen, para intentar hacer algo con lo real.
"Hay que inyectarles burguesía" decía un profesor que Laura conoce, al que muchos estudiantes acusan de gorila. Pero, ¿qué es esto? generar trabajo, una pequeña vivienda, una comida caliente todos los días, zapatillas, escuela, familia... entonces, si, adhiero.
Gracias Juli, acuerdo con tu planteo. Por ahí no quedó claro, pero la idea no era asociar a un pobre con un delincuente sino, insisto, tratar de recuperar el valor de la igualdad, sobre todo, para pensar en qué hacer con estos dos problemas grandes.
ResponderEliminarRecién veo la chorrera de comentarios. Lo que rescato de tu intervención, quizás pensando en maneras de ganar la batalla en lo discursivo, es la idea de divide y reinarás, de peleas de pobres contra pobres, digamos la manera de "ganarse" a un comerciante o taxista sería intentar generar empatía diciendo sí, vos sos un laburante que se rompe el lomo y el pibe que te pega un tiro es un desempleado de nacimiento, y blabla. Difícil, pero me parece que ahí hay una punta.
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