miércoles, 23 de junio de 2010

Sancionan a imputado en la causa contra la Unidad 9 por provocaciones

Se trata de “El Oso” Acuña, quien difundió un comunicado entre agentes de la Federal y ya había sido advertido por provocar al público. También quedó detenido por falso testimonio un médico que declaró como testigo.

El Tribunal Oral Federal I que juzga a catorce penitenciarios que se desempeñaron en la Unidad 9 de La Plata durante la última dictadura militar, al comenzar la audiencia de ayer, informó que el imputado Héctor “el Oso” Acuña no podrá seguir permaneciendo en el juicio mientras declaren los testigos. La decisión fue tomada a partir de dos episodios puntuales: uno, las señas que hizo en clara provocación al público, colocando los dedos en “v” durante una de las primeras audiencias; la otra, el panfleto distribuido el lunes pasado a agentes de la Policía Federal que tienen a su cargo la custodia del juicio.

Según explicó la abogada y querellante por la Asociación Por los Derechos Humanos, Marta Vedio, “En base a estos dos hechos el Tribunal decidió, en uso de sus facultades disciplinarias, excluirlo de las audiencias, salvo en los casos en que sea imprescindible su presencia, como en los reconocimientos o eventualmente algún careo”.

Por otra parte, el Tribunal resolvió imputar por falso testimonio a uno de los testigos y ordenar su inmediata detención e incomunicación. Se trata de Salvador Mela, uno de los médicos que trabajó en la U9 y que había comenzado su declaración la semana pasada.

Debido a las numerosas contradicciones manifestadas en esa oportunidad, el Tribunal había decidido que continuara con su testimonio en la audiencia de ayer. Según expresó Justicia YA! en un comunicado, el Tribunal le preguntó a Mela “si alguna vez había atendido a algún detenido en la U9 por algún caso de torturas” y éste respondió que “nunca jamás” lo había hecho. Ante tan contundente negación, se leyó por secretaría una constancia documental de la que surgió que había atendido a Horacio Alejando Micucci, por torturas sufridas en ese centro de detención.

Respecto de la sanción a Acuña, Vedio expresó que “El panfleto no lo conocemos, no sabíamos que existía, pero vamos a pedir verlo”. En tanto, la abogada querellante y miembro de Justicia Ya!, Guadalupe Godoy, aseguró que esta no es la primera vez que sucede un hecho de estas características y que a principios del juicio ya había circulado un comunicado con la firma de Acuña.

La semana pasada, dos días después que Acuña difundiera el panfleto, organismos de derechos humanos, abogados, familiares de testigos y testigos que declararon en el juicio contra la U9 dieron una conferencia de prensa en la que denunciaron graves amenazas recibidas por los testigos Juan Scatolini y Eduardo Caldarola; por miembros de la familia Mogilner (testigos en el juicio y familiares de desaparecidos) y por el psicólogo Enrique Fidalgo, miembro del Comité de Defensa de la Salud, la Ética y los Derechos Humanos (Codesedh).

Según expresó en esa oportunidad el abogado de la Secretaría de Derechos Humanos bonaerense, Alejo Ramos Padilla, “Estas amenazas son otra forma de evitar que los juicios sucedan. A veces no hay mecanismos que alcancen para prevenir este tipo de cosas” por lo que “tiene que avanzar la justicia y la decisión de que los juicios van a seguir”.

lunes, 21 de junio de 2010

“Queremos dar símbolo de que de este lado existe también una unión que es la que permitió llegar a los juicios”


Testigos en el juicio contra la Unidad 9 denunciaron amenazas y reclamaron protección como una forma de darle continuidad a los juicios. Señalaron que se sienten contenidos y acompañados por los organismos de Derechos Humanos y por la sociedad, y pidieron al Estado que intensifique las acciones para identificar el origen de las agresiones.

Detrás de la mesa de conferencias de la sede de la Asociación de Trabajadores del Estado, en La Plata, casi veinte referentes gremiales, testigos, abogados e integrantes de organismos de Derechos Humanos escoltaron a Hugo Godoy, secretario general del gremio y testigo en el juicio contra la U9, cuando enumeró los cuatro casos de amenazas de las que fueron víctimas testigos y sus familiares: el caso de Juan Scatolini, “que fue amenazado el primer día del juicio”; el de Eduardo Caldarola, “que vive en España y recibió llamados cuando volvió a Argentina para declarar”; Enrique Fidalgo, psicólogo del Comité de Defensa de la Salud, la Ética y los Derechos Humanos (Codesedh), a cuya casa entraron “para robar información”; y el caso más reciente, “de características más directamente mafiosas”, del ingreso a la casa de Eleonora Mogilner.

En relación al primer hecho, el mismo Scatolini explicó que “El día que empezó el juicio fueron a buscarme dos personas a mi casa. Yo no estaba y dejaron dicho que no me olvide que tenía que votar a los de Azul” (“gente del Servicio Penitenciario provincial y de la policía de la Provincia que hace unos años empezó a conformar un partido político que no logró personería”).

Por su parte, Caldarola relató que hace treinta y dos años que vive en España y llegó al país hace unos días para prestar declaración en el juicio. El viernes a la tarde, en la casa de los amigos que lo están hospedando, se recibieron dos llamadas: “Atiende la dueña de casa y habla una persona que no se quiere identificar y pregunta por mí. A la media hora vuelve a llamar”. Caldarola señaló que “Es indudable que no se puede fiar de actitudes de este tipo porque en Argentina siguen existiendo zonas de funcionamiento opaco, sobre todo de estos personajes que dicen que pertenecen a ciertos sectores de inteligencia que tiene que ver con un ‘corporativismo criminal’”.

Más adelante, Fidalgo sintetizó que recibió las amenazas en el marco de su trabajo en el Codesedh, un organismo que trabaja en conjunto con la Justicia Federal para acompañar y contener a los testigos que declaran en los juicios por delitos de lesa humanidad, y precisó que “Es la tercera vez que entran a mi casa en los últimos seis meses”.

El caso más reciente es el ingreso a la casa de la sobrina de Guillermo Mogilner, testigo en la causa de la U9 e hija de desaparecidos, el sábado pasado, mientras participaba de los festejos por los quince años de HIJOS, agrupación en la que milita. Mogilner contó que esa noche “Entraron a la casa, revolvieron todo y dejaron las cosas de valor arriba de la cama con un cuchillo, marcando claramente que no fue un robo”. Agregó que en un pasillo hay una pequeña tapa para acceder al cielo raso que estaba abierta e indicó que esto tiene estrecha vinculación con el secuestro de su cuñada, ya que el día que la fueron a buscar, ése fue uno de los lugares más revisados por los militares. “Esto hace evidente que quienes entraron la conocían. Tiene un fuerte contenido simbólico”, concluyó.

El abogado querellante de la Central de Trabajadores Argentinos, Marcelo Ponce Núñez, aseguró que “Desde el primer día que se produjeron amenazas (…) comenzaron a trabajar los organismos del Estado” y agregó que “Sin embargo, se sucedieron estos otros hechos lo que nos demuestra que si bien desde las autoridades del Estado se han previsto algunas medidas, éstas no han sido suficientes y se producen estos hechos que merecen que nosotros nuevamente salgamos a denunciaros”.

En cuanto a la situación jurídica de las denuncias, los abogados expresaron que fueron formalmente presentadas y el Tribunal está en pleno conocimiento de ellas”. Además indicaron que fueron realizadas en forma particular y personal con los funcionarios judiciales. Además, destacaron que es importante que se realicen teniendo como antecedente la desaparición de Julio López en 2006 y el asesinato de Silvia Suppo en Rosario.

En ese sentido, Scatolini afirmó que “Muchos de los integrantes del servicio de inteligencia que operó durante la dictadura están prófugos” y “están ligados hoy a servicios de seguridad privados, fuera del Estado, pero están en algún lugar, con algún recaudo, con algún manejo importante de recursos”. Asimismo, resaltó la importancia del acompañamiento de la sociedad y afirmó: “Yo hoy me siento protegido, no estoy a la intemperie como me sentí el 12 de abril cuando recibí la visita y no tuve a quien apelar. Rápidamente se movió el Estado y me produjo esta situación de tranquilidad con la que yo declaré el 26 de abril”.

“Queremos dar símbolo de que de este lado existe también una unión que es la que permitió, a través de la movilización popular, llegar a los juicios, y va a seguir existiendo con la ayuda de todos los que estemos detrás de esta línea de pensamiento. Lo que le pedimos al Gobierno es una mayor injerencia en este tipo de cuestiones para evitar que estas cosas sigan sucediendo”, destacó Ponce Núñez.

De la conferencia también participaron Inti Pérez Aznar (querellante por la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación), el abogado Alejo Ramos Padilla y Nilda Eloy (Asociación de Ex Detenidos y Desaparecidos). Además estuvieron presentes Norberto Linsky (de Codesedh), Roberto Cipriano (miembro del Comité Contra la Tortura de la Comisión Provincial por la Memoria), Guadalupe Godoy (querellante por Justicia Ya), María Laura Obretal (Unión por los Derechos Humanos), Emiliano Hueravilo (HIJOS), Verónica Cruz (decana de la facultad de Trabajo Social de la UNLP), entre otras.

jueves, 17 de junio de 2010

"A usted no lo va a salvar ni el Papa"


Adolfo Pérez Esquivel declaró en el juicio contra penitenciarios de la Unidad 9. Contó que lo subieron a un avión y que se salvó de un “vuelo de la muerte”, que lo llevaron en dos oportunidades a los “chanchos” y que fue torturado física y psicológicamente. Dijo que logró su libertad gracias a la presión internacional.


“A usted no lo va a salvar ni el Papa. Somos señores de la vida y de la muerte y a usted ni los obispos lo van a salvar.” Así recordó el Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel las palabras que un suboficial de la Unidad 9 le dijo mientras estuvo detenido allí. Pérez Esquivel declaró ayer en el juicio que se realiza contra once agentes y tres médicos penitenciarios que se desempeñaron en ese lugar durante la última dictadura militar y relató que llegó a la cárcel luego de haber sobrevivido a un “vuelo de la muerte”.

Durante dos horas, Pérez Esquivel relató al Tribunal Oral Federal Nº 1 de La Plata sus años como preso político: “Fui detenido el 4 de abril de 1977 en el Departamento Central de la Policía Federal cuando fui a renovar mi pasaporte”. Destacó que era el representante del Servicio de Paz y Justicia (Serpaj), organismo que defiende los derechos humanos en América latina. “Veníamos trabajando sobre la situación latinoamericana. El caso argentino no es un hecho aislado, responde a la política de la Doctrina de Seguridad Nacional impuesta en todo el continente”, señaló.

Si bien a Pérez Esquivel nunca le informaron por qué lo detuvieron, no fue entrevistado ni tuvo proceso judicial (siempre estuvo a disposición del Poder Ejecutivo nacional), dijo creer que esa actividad fue crucial para su privación de la libertad.

Hasta llegar a la U9, el Nobel de la Paz pasó por varios centros de detención e incluso sobrevivió a uno de los “vuelos de la muerte”. Del Departamento de Policía fue trasladado a la Superintendencia de Seguridad Federal, donde había una pared con “una gran cruz esvástica y escrito ‘nazionalismo’. Ahí estaban detenidos el matrimonio Divinsky, directores de la editorial De la Flor; también llevan ahí al director del Buenos Aires Herald, Robert Cox, y a la familia Graiver”. Contó que allí lo “encerraron en un ‘tubo’, un calabozo muy pequeño, oscuro, maloliente, sucio”. Agregó que cuando el guardia abrió la puerta y entró la luz pudo ver en la pared “muchos nombres de seres queridos, de clubes de fútbol, insultos, y una gran mancha de sangre de un prisionero que había estado antes que yo y que había escrito con su propia sangre ‘Dios no mata’”.

El vuelo y la llegada a la Unidad 9

“El 5 de mayo de 1977 me ponen las esposas y dicen que me van a trasladar. Me sacan de la Superintendencia y me llevan al aeródromo de San Justo. Me encadenan en un avión que carretea en la pista y vuela hacia el Río de la Plata. Veo las luces de Colonia, de Montevideo, de La Plata, es decir, el avión da vueltas. Pregunto qué va a pasar conmigo, porque sabía que arrojaban los prisioneros de los aviones. Nadie me contesta y, después de mucho tiempo, el piloto llama al oficial y le dice: ‘Tengo orden de llevar al detenido a El Palomar’, la base aérea de Morón.” Allí se bajan y a las dos horas regresan para informarle que sería trasladado a la U9.

Pérez Esquivel recordó que tras ingresar a la Unidad fue depositado en los “chanchos” (celdas de castigo), donde estuvo durante diez días. Luego fue alojado en los pabellones dieciséis y quince. “Ahí pasó de todo –afirmó–, desde una presión psicológica muy fuerte, hasta las requisas, en las que la guardia golpeaba las celdas, nos hacía desnudar, poner las manos contra la pared, las piernas abiertas, revolvían las celdas y tiraban todo lo que había.”

La segunda vez que estuvo en los “chanchos” fue por haberse movido en la fila. “Nos golpearon, nos insultaban. Después nos metían en la ducha de agua fría y nos hacían pasar un jabón amarillo para sacar las marcas de los golpes. Lo que más me aterró, una vez en el calabozo, era sentir cómo golpeaban a otros compañeros de la prisión. Eso era lo más duro.”

Recordó que en una oportunidad “apareció el jefe del penal, Abel Dupuy, con Raúl Aníbal Rebaynera y otros oficiales. Me hicieron salir de la celda y el jefe del penal llevaba un bastón de mando y me hacía levantar los brazos. Con el bastón me tocaba las costillas (donde había sido golpeado) y me decía ‘¿Duele aquí?’, y yo le decía que sí, entonces me decía: ‘Bueno, ya sabe cuál debe ser su comportamiento’, y taconeaba las botas. Me hacía acordar mucho a cómo hacían los nazis en las películas”, contó.

Pérez Esquivel intentó reconocer a los detenidos que había mencionado pero no logró ubicarlos: “Pasaron muchos años”, excusó y aceptó la solicitud del presidente del tribunal, Carlos Rozanski, para hacer un reconocimiento ocular en la unidad.

Además de los golpes recibidos, Pérez Esquivel afirmó que “hubo amenazas de muerte. Después de enterarse de que me habían dado el Memorial Juan XXIII de la Paz y que yo era candidato al Premio Nobel, me dicen ‘de aquí se sale con las patas hacia adelante’”. Indicó: “Lo que buscaban era quebrarnos moralmente, psicológicamente, humanamente. Esa era la política del penal”.

La salida

“Había una campaña muy fuerte por mi liberación, yo sabía que me iban a largar pero no sabía cuándo, porque unos días antes ponen en libertad al maestro Alfredo Bravo, que estaba en el mismo penal”, relató el Nobel de la Paz. Recordó que “había cosas que para mí eran surrealistas. Pasaban por los parlantes algunos partidos en los que jugaba Argentina. Había momentos en los que uno gritó, como todos, y después ya no quise gritar más los goles de Argentina. Porque todos gritábamos y era como que eso nos unía a todos. Era algo tremendo porque no había diferencia. Tanto los torturadores como los torturados gritábamos el gol”.

Respecto de su liberación, contó que “dos días antes de que terminara el Mundial de Fútbol me sacan de la celda y me trasladan donde estaba la oficina del jefe del penal. Ahí Rebaynera me dice: ‘con los subversivos hay que hacer esto’ y me rompe una foto de mi señora...”. Luego Raúl Guglielmine-tti, que se encargó del traslado, lo llevó hasta un Ford Falcon verde: “Me impresionó que en el piso del asiento al lado de conductor, donde yo tuve que poner mis pies, hay una ametralladora”. Relató que en el medio del viaje el agente le dijo que tenía que cargar nafta y cuando se bajó en la estación de servicio le quitó las esposas y dejó una pistola 45 en el asiento. Ante esta acción, Pérez Esquivel levantó las manos y las dejó sobre el tablero del conductor, “bien visibles”, porque sabía de casos de presos que habían sido asesinados en supuestos intentos de fuga cometidos al momento de su liberación. “Cuando Guglielminetti regresa le digo: ‘Se olvidó el juguete’. Y me dice: ‘Uy, qué distraído que soy’”.

En el juicio que se realiza en la ex AMIA de La Plata se juzga desde abril al ex director de la Unidad, Abel Dupuy; a los penitenciarios Víctor Ríos, Catalino Morel, Jorge Luis Peratta, Segundo Andrés Basualdo, Héctor Acuña y Raúl Rebaynera, y a los médicos Carlos Domingo Jurio, Enrique Leandro Corsi y Luis Domingo Favole, tres médicos que en ese momento se desempeñaban en la Unidad 9 de La Plata.