jueves, 30 de marzo de 2017

“América latina está sufriendo un retroceso violento"

“Tenemos que aprender a vivir. Toda nuestra lucha es para aprender a vivir, a relacionarnos, a comprender que el otro o la otra tienen los mismos derechos. Esa es la lucha por los derechos humanos. No es simplemente paliar el dolor de los sufrientes. La lucha por los derechos humanos es una revolución cultural, política, social y espiritual. Si no cambiamos la sociedad, si no cambiamos nosotros, este mundo no tiene futuro. Por eso tenemos que tener la capacidad de la rebelión”. Esas fueron las palabras del Premio Nobel de la Paz y activista en la lucha por los derechos humanos, Adolfo Pérez Esquivel, pronunciadas al recibir el premio Honoris Causa, la máxima distinción que otorga la Universidad Nacional de La Plata, hoy en el Rectorado.

Sin sus habituales anteojos, de camisa lila y saco negro, el presidente de la Comisión Provincial por la Memoria prosiguió: “Necesitamos construir un nuevo contrato social hacia una democracia participativa, no delegativa donde entregamos todo el poder a los que nos gobiernan y después los gobernantes hacen lo que quieren. Lo estamos viviendo. Por eso tenemos que pensar en este nuevo amanecer, en este nuevo desafío de nuestra sociedad. Hoy América latina está sufriendo un retroceso violento. Se están perdiendo las conquistas sociales, lo mismo que en Europa, con motivo de la seguridad, que se plantea en términos de policía y de pérdidas de las libertades ciudadanas. No, la seguridad es que no se nos mueran los niños de hambre y enfermedades evitables”.

Pérez Esquivel es egresado de la Facultad de Bellas Artes de la UNLP y fue docente en esa Casa de estudios. Parado frente a un auditorio lleno, convocó a los presentes a “compartir el pan que alimenta el cuerpo y el espíritu”, y señaló que “cada uno de nosotros tenemos el derecho, y tienen el derecho las nuevas generaciones, a recibir la enseñanza pública. Es una responsabilidad del Estado”. Reforzó que “Los gobiernos están para servir a los pueblos y no los pueblos para servir a los gobiernos” y llamó a “recuperar el sentido profundo del hacer democrático que significa derechos e igualdad para todos y todas, no para algunos”.

La vicepresidenta Académica de la UNLP, Ana Barletta, repasó la trayectoria de Pérez Esquivel y expresó quenos preocupa la proliferación de los discursos negacionistas y la forma que esta discursividad gana terreno en los medios de comunicación y las redes sociales pretendiendo destrozar el legado de las generaciones pasadas en la construcción e memoria, verdad y justicia, y por eso queremos reafirmarlo con este acto, mantenernos en ese legado”.

Destaco que “la palabra coherencia no es muy valorada últimamente y se relativizan trayectorias con convicciones. En el caso de Adolfo, su coherencia, sus convicciones lo convierten en una personalidad ejemplar, muy valorada por todos nosotros” y remarcó que la distinción fue votada unánimemente por los 72 miembros del Consejo.

En la primera fila se sentó la Madre de Plaza de Mayo, Nora Cortiñas, que acaba de cumplir 87 años e integró –junto con Pérez Esquivel, Barletta y otros referentes sociales- la comitiva de la CPM que a principios de marzo viajó a las Islas Malvinas para avanzar en la identificación de 123 soldados caídos en la guerra, enterrados como NN.

Cortiñas, de blusa blanca, pañuelo bordado en la cabeza y rostro de su hijo colgando en el pecho, se asomó detrás del atril y dio un encendido discurso en el que recordó los primeros pasos dados en la búsqueda de sus hijos desaparecidos, en los que Adolfo acompañó a las Madres de manera incondicional.

Luego advirtió al homenajeado que “todavía te vamos a dar más trabajo, Adolfo, porque esta lucha es muy larga y por eso insistimos en que se abran los archivos, que sepamos qué pasó con cada uno de los detenidos desaparecidos”.

“Adolfo es la persona más coherente que tenemos en nuestro país en cuanto a la lucha de los derechos humanos. Siempre mantuvo los principios, nunca lo pudo doblegar nadie. Para mí es mi maestro”, destacó Nora, y torciéndose para mirarlo de frente, dijo. “Vamos bien, Adolfo”.





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